El tiempo irreal

  

Tiempo
El tiempo hace envejecer. Fuente Pixabay 




Existen dos clases de tiempos, el real y el irreal. El tiempo real es el dinámico, el que sincroniza dinámicamente todo lo existente. El otro tiempo, el inventado, es el que usamos frecuentemente para una mejor convivencia; por ejemplo, el tiempo medido que nos ofrecen los relojes o los calendarios. 

La humanidad llegó a un estado evolutivo que necesitaba medir al propio tiempo, necesitábamos ponerle edad a las cosas; entonces se llegó a inventar  los primeros instrumentos para medir el tiempo. Ese tiempo que desde entonces se mide, es irreal. Muchas veces no nos damos cuenta que no son reales las medidas de tiempo que ser utilizan cotidianamente como tiempo. Y aunque esas medidas de tiempo, sean unas medidas adecuadas para medir el tiempo, eso no significa que esas medidas sean el verdadero tiempo. Debido a ese tiempo irreal con el que convivimos; vivimos con dos tiempos distintos: el verdadero y el irreal. Las horas de un reloj no son el tiempo real; los grados de frío o de calor no son el tiempo real; los días del calendario no son el tiempo real; los siglos o los milenios no son el tiempo real; todo eso son medidas de tiempo, el verdadero tiempo es el transcurrir dinámico de todo lo existente.

Los animales viven casi totalmente en el presente, apenas piensan en el pasado ni en el futuro; entre otras cosas porque no tienen la capacidad de pensar humana.   Los animales, no perciben las medidas de tiempo como la percibimos nosotros, porque para ellos no existen medidas de tiempo.

Nuestra forma de vivir, hace que nos hayamos creado un tiempo ficticio, en el que también el pasado, el presente y el futuro son utilizados como medidas de tiempo. El pasado no existe como tiempo, pero sirve para reforzar nuestra propia evolución; el presente no existe como tiempo porque no le da tiempo a existir y el futuro tampoco existe como tiempo porque todo lo que suceda en el futuro está por suceder. Pero tanto el pasado, el presente y el futuro lo utilizamos frecuentemente, consciente e inconscientemente,  porque lo necesitamos para poder vivir mejor.

Einstein dijo que si alguien viajaba a la velocidad de la luz envejecería menos. Ya antes de la época de Einstein se descubrió que a mayor velocidad menor deformación sufriría la materia. El tiempo y el dinamismo están muy relacionados con la velocidad.

La velocidad expansiva no es una velocidad propia del dinamismo expansivo universal, sino que es una velocidad adquirida gracias al empuje permanente de una constante  saturación universal de existencias dinámicas más pequeñas posibles que nacen sin cesar.

Al nacer constantemente  infinidades de dichas existencias que se mantienen eternamente en movimiento, cada vez  empujarán  inductivamente más al universo en una misma dirección. Sin embargo, como mantener siempre la misma dirección expansiva es una imposibilidad, poco a poco el universo tiende a encontrarse a sí mismo, o sea a moverse esféricamente.  Al ser cada vez más numerosas las cantidades dinámicas individuales que unidas forman un universo dinámico cada vez mayor; crean una tendencia dinámica universal cada vez más grande, tendente a moverse esféricamente  hacia una misma dirección expansiva.

Desde que evolutivamente se empezó a pensar mínimamente,  se comenzó a evolucionar psíquicamente. En esos orígenes vivientes nacerían las pausas psíquicas humanas en la que era inevitable que el pensamiento humano se adaptase a un ritmo viviente adecuado; para así poder memorizar y pensar convenientemente. En las necesidades diarias humanas por la supervivencia, se memorizaba cada vez más, se memorizaba por ejemplo: donde estaban los alimentos, donde estaban los enemigos; donde estaban los caminos para buscar los alimentos o para huir de un peligro y un largo etcétera de vivencias. Todo eso nos obligaba, poco a poco,  a adaptarnos a un tiempo ficticio, creado así evolutivamente. Porque mucho de lo que se hacía se hacía conforme a unas pautas repetitivas y a unos tiempos inventados; lo cual nos obligaba a adaptarnos también físicamente a ese tiempo ficticio. Tanto hemos adaptado el tiempo ficticio al tiempo real, que a la humanidad le costaría mucho adaptarse a vivir sin ese tiempo ficticio.

En general, lo que heredamos, física y psíquicamente, de nuestros antepasados a través de los genes; nos lleva también a heredar unas ataduras con el pasado que además nos previene para vivir el presente que vivimos y el presente que vamos a vivir. Todo esto nos adapta a vivir  el tiempo real con el tiempo irreal, con lo cual, nos creamos subconscientemente un tiempo inexistente y lo hacemos parecer real; y aún parece ser más real al generalizarse en todas las personas.



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Autor: Salvador Sánchez Melgar

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